30 julio 2006

Quattrocento: Uno


Fue cuestión de la caída de Constantinopla, dicen, los sabios bizantinos tomaron las de Villadiego huyendo de los otomanos dirección la rica Florencia; por ahí y por entonces enredaron los Medici y entre dimes y diretes empezó el comienzo del Renacimiento, el Quattrocento, preciosa palabra que como muchas endulza el idioma italiano.

Pero Quattrocento también es por aquí y por ahora un proyecto de cómic de la editorial Dolmen en el que me veo envuelto para mi delicia y mi tormento (esto último tan sólo por falta de tempo). Consiste en sacar de un autor más o menos novel cuatro historias diferentes, un estilo y once páginas para cada una, cuatro miradas distintas del mismo observador. Una empresa personal y fascinante de la que iré dando cuenta por el desván de cuando en cuando. Para más información sobre todo el proyecto (antiguos y próximos autores, temáticas, etc), y sobre el mundo de Dolmen en particular y el cómic en general podéis visitar Desdemimundo, el blog de Jorge Iván Argiz, culpable directo además de que el ñoño que escribe luzca garabatos en la colección (y aquí la entrada en la que salgo yo, ¡viva!).

La primera historia en la que estoy tiene ya su rinconcito entre las bambalines del desván en forma de rana sobredimensionada (aquello de "Orcos sí, gracias"). La ilustración que encabeza la entrada son diseños de personajes y la que os dejo a continuación es la primera página del cuento. No cuento más por ahora, hasta la siguiente historia...



15 julio 2006

Los sapos también cantan


En el fondo del mar, muy en el fondo, han de ocurrir cosas de esas que sólo ocurren en los cuentos para niños y que tanto disfrutamos los niños de ayer. Allí mismo, sin más luz que la de la imaginación los peces han de ir a la escuela en caracolas, asustar a los chiquitos en buques hundidos por Drake y sus secuaces allá por el año del imperio español, ir al autocine en la cabina coralizada del último kamikaze, tomarse un tentempié con el más pequeño de turno, tener pesadillas con el enigmático sushi, jugar al tiovivo temerario alrededor de los anzuelos y reírse abiertamente con los visitantes ocasionales, los sapos cantarines. El sapo es el animal más ilusionante del panorama cuentista, el más encantado consigo mismo o por los demás, el que más reniega de su naturaleza, el sempiterno aspirante al hijo del rey pitufo. Cuántas cosas caben en un buen sapo de felpa y, no se puede negar, puestos a croar que bien cantan. Crokoo es un poco de todo eso, nació de una canción y no habla ni croa, sólo canta, siempre canta, menos cuando se ducha. Es un sapo como cualquier otro que vive rodeado de pirañas amarillas en un bello macuario y que aspira a la gloria eterna emulando a La Voz. "Voy a grabar un videoclip" me dice cantando, y yo le creo porque en el fondo, muy en el fondo, me lo creo casi todo.
Crokoo es además una prueba de un personaje para una animación en flash que planeamos entre unos colegas del foro de macuarium y que nunca acabaremos, naturalmente. Hacédlo girar, le gusta bastante.