05 junio 2006

Soy el niño de ayer


Hace poco descubrí por casualidad, para no perder la costumbre, que la vida no te hace así ni de ningún modo, que la vida te la haces tú según te vienen dadas. Puede parecer lo mismo pero no es igual, la responsabilidad sobre el asunto es la clave. A mí me vino dada hace ya mucho una sobrina, fíjense cuánto hace ya que me vino que es justo toda una vida de ella, unos cinco años más o menos. Vino avisando, eso sí, esto avisa de largo, pero no prepara lo mismo. Vino y yo hice de mi vida algo más rico, algo más alegre, algo menos trivial. Aunque la tenga muy de a poquito me hace tío igual, y de propina padrino; y aquí el del teclado que apenas es hermano de vocación e hijo raspando no puede más que reflexionar y mirar para todos lados a ver si encuentra el manual de todos los torpes. No hay ninguno que valga, claro, ya lo saben, sean magnánimos que las casualidades no florecen por las esquinas. A la espera de otro descubrimiento me quedo con la impresión de que se crece a nuestro pesar, de que en el ciclo de la vida no me preguntaron a mí o las cosas serían bien distintas. De que el niño que llevamos dentro no hace más que reñir al adulto que paseo a la intemperie por no portarme como tal, por no arremangarme lo suficiente, por no decir esta voca es mía, qué se yo. .. No le hago mucho caso, al fin y al cabo sólo es el niño que fuí, el que soy ahora cree saber un poquito más. Ya lo dijo Quino alguna vez y no será la última que lo cite.
La ilustración que acompaña la hice para un artículo del periódico sobre qué hacer con los niños en los viajes largos. Habrán adivinado el problema, si viajo largo que haré conmigo si yo solo valgo por dos.