29 octubre 2006

Ñoñerías 6 a 8: Tutifruti




Dany El Ñoño expande sus fronteras, emigra de sí mismo y alcanza latitudes y, por que no, longitudes insospechadas. Su influencia en la juventud de hoy en día se refuerza mediante la difusión en ODP (ver entrada anterior para más inri), dos de estos tres pellizcos del anecdotario que compone su vida salieron publicadas en ese panfleto infravalorado y acuoso y sus respectivos temas tienen que ver con los respectivos temas de aquel. Cada quince días en su quiosco virtual más de este pizpireto rapaz, y cada cierto y poco definido tiempo recopilación en este inundado desván junto a obras inéditas como la tira (o lo que sea), que encabeza todo este guirigay, repitan conmigo. En esta tira (o lo que sea), Dany se enfada. ¿Tienen esa capacidad los ñoños, se preguntarán? Voto a brios que sí, y cuando tal sucede su ira es indescriptible, insondable, pizpireta. De pronto, toda su furia almacenada por el desequilibrio agresivo-pasivo que les embarga estalla a modo de popurri desbordado y al que pilla en su camino se lo lleva por delante en una marea de descontrol y palomas al viento. ¿El motivo de esta barbarie? Puede ser irrelevante o pueden ser, repitan conmigo, los putos sms que la humanidad decidió necesitar para subsistir hace bien poco. Mire a donde mire y sin falta de descuidarse alguien te demanda, te pide, te aconseja, te reclama, te manda uno de estos coitos interruptus de la prosa malhablada del hoy y, me temo, del mañana. Yo paso, no concurso, no quiero politonos, no quiero a Bisbal, ni a la Oreja, no quiero juegos ni ganar un bmv por 0,25, no quiero enviar uno para que me devuelvan 25 gratis o razonablemente más baratos, no quiero publicidad insana en mi anacrónico y pesado como una jabalí preñada teléfono móvil.
El otro día escuché que sólo queda un puesto de palomas mensajeras operativo en la península, a donde iremos a parar.