



No damas y caballeros, no entraré a continuación a sacar brillo a los tópicos sexistas de siempre... No caballeros y damas, ya no lo haré más. A las damas no hay quien las entienda y a los caballeros no hay dama que nos comprenda, tiene algo que ver con planetas diferentes, con astros peleados, con historias parciales, con partes del cuerpo enfrentadas a ratos y hasta, si me apuran, con las cosas del querer. Uno, que por ñoño nunca supo jugar a las damas, se apañó con el parchís largo tiempo y oteó el panorma tras la barandilla acepta el indescifrable envite ensimismado en el fondo y en la forma, y no siempre en ese orden, del contricante. Eso sí, apuntando las derrotas y las victorias en el aire, que en estas lides los antecedentes entreveran más que nada. Uno, que admira a las mujeres más que nada, entiende que la lucha es una excusa o una forma de llamarlo, que, en realidad, llamarlo de alguna forma es sólo una excusa más del teórico sin causa. El ñoño de espíritu cuerpo y alma no sale en los sueños de ellas, se lo digo yo que por ñoño me dejaron entrar en alguno.